¿Puede un activo digital descentralizado y finito, que para su generación requiere de electricidad, convertirse en una reserva de valor y de energía?
El pasado 3 de Enero se cumplieron 15 años desde que se minó el primer bloque de Bitcoin y comenzó la historia de la moneda digital más reconocida y controversial del mundo. Asociado comúnmente con el término cripto o criptomoneda, Bitcoin es el activo digital con mayor capitalización del mundo y ocupa el décimo lugar en relación con otros activos como el oro y la plata y con empresas como Amazon y Apple. Publicado en 2008 por Satoshi Nakamoto (seudónimo para identificar a la persona -o personas- que crearon el documento), el white paper de Bitcoin establece la arquitectura a construir para que, a través de la cadena de bloques (blockchain), se pueda resguardar y realizar transferencias de valor sin necesidad de una autoridad bancaria, es decir, de manera descentralizada de un usuario a otro (P2P o peer to peer).
La controversia ha radicado principalmente en dos aspectos: la volatilidad asociada tanto a Bitcoin como a los criptomonedas y el hecho de que es un activo especulativo y sin ningún valor que lo respalde. Respecto a lo primero, históricamente, en los quince años desde el minado del primer bloque, Bitcoin ha incrementado su plusvalía en relación con el dólar desde prácticamente cero hasta su máximo histórico en sesenta nueve mil dólares, no sin corregir a la baja hasta un 80% en los diferentes ciclos que lo caracterizan; si, siempre ha sido volátil, pero como tu tendencia a largo plazo siempre ha sido alcista, quien lo haya comprado y mantenido de dos a tres años, no ha perdido el valor de su inversión. Y conforme a lo segundo: Bitcoin está respaldado precisamente por el proceso que conlleva generarlo, pues propiamente, no surge de la nada, por digital que sea, no se pueden copiar y pegar Bitcoins ni crear copias digitales idénticas, precisamente por su naturaleza criptográfica.
Pero vayamos por partes. La arquitectura de la cadena de bloques de Bitcoin, es construida a partir de un proceso llamado minería o prueba de trabajo (Proof-of-Work); este proceso es llevado a cabo por computadoras capaces de gestionar problemas matemáticos muy complejos, que al ser resueltos crean nuevos bloques y se otorga una recompensa en forma de satoshis (la unidad mínima que conforma a Bitcoin, donde cien millones de satoshis conforman un Bitcoin completo) al minero que sea el primero en resolver el problema. La dificultad de los problemas matemáticos se ajusta automáticamente de acuerdo al poder computacional de la red (la tasa de hash), por lo que entre más participantes tenga la red mayor será la tasa de hash y la seguridad de la misma. Como todos los participantes de la red de cadena de bloques están conectados de alguna manera, no es posible que se puedan crear de la nada nuevos bloques, pues la blockchain es como un libro de contabilidad totalmente transparente y abierto a quien lo quiera ver: todas las transacciones están a la vista de todos y es posible rastrear desde el primer movimiento hasta el último.
El proceso para crear un Bitcoin requiere de este poder computacional, que a su vez consume energía. Esto equivale a que la energía eléctrica se convierta y se resguarde en forma de una moneda digital descentralizada. Una gran parte del valor subyacente de Bitcoin, radica en que su emisión está limitada a 21 millones; a diferencia del dinero fiat, que desde que se abandonó el patrón oro, está sujeto a una emisión infinita acorde a la voluntad y necesidad política de los bancos centrales, y por lo tanto es inflacionario; por el otro lado, el valor de Bitcoin es deflacionario, pues no solamente va a haber un número limitado sino que, en evento que sucede cada cuatro años llamado “the halving”, literalmente se reduce a la mitad la cantidad de Bitcoin generado en el minado de cada bloque, por lo que, usualmente después de este evento, su valor surge al alza.
Pero el valor real de Bitcoin no es su valor en dólares. Aunque Bitcoin ha probado ser un refugio de valor contra la inflación en el caso de Turquía y Argentina, donde los pares de Bitcoin (BTC) contra la lira turca (TRY) y el peso argentino (ARS), han superado máximos históricos ante la devaluación de sus monedas nacionales, esta no es su principal virtud.
Su principal virtud radica en que, como la red es asegurada y mantenida por la actividad de los mineros en un proceso energético de alta intensidad, Bitcoin está principalmente respaldado por energía. Nuestro sistema financiero actual del dinero fiat, está respaldado principalmente por la emisión de deuda. El dólar, respaldado por la maquinaria económica de Estados Unidos (y que uno de sus principales engranajes es el petróleo, es decir, energía), está envuelto en una espiral de generación de deuda para mantener andando al sistema. Al ser una cadena de bloques descentralizada, Bitcoin no es controlado por ninguna entidad, gobierno o grupo de personas. En este sentido, Bitcoin ofrece la posibilidad de que cualquiera pueda aprovechar sus recursos energéticos para generar un respaldo de esta energía y resguardarlo sin necesidad de terceros.
La energía constituye el 90% del costo de la minería de Bitcoin, por lo que su origen y su aprovechamiento es una parte crucial para la rentabilidad de los mineros. Su incentivo consiste en poder acceder a la energía más barata posible, por lo que expandir sus operaciones a los lugares con mayor accesibilidad a diversidad energética es la opción más viable. Por lo mismo, muchos de los participantes de la prueba de trabajo han optado por energías renovables para bajar sus costos.
Como la tendencia es que tanto la energía solar como eólica han disminuido sus costos con el tiempo, paulatinamente se han convertido en una opción más asequible. Pero esto no es lo más importante: muchos generadores de energía limpia han complementado la rentabilidad de sus operaciones minando Bitcoin. La generación solar, por ejemplo, tiene picos de exceso y de insuficiencia de energía; en este caso, el exceso de energía puede ser aprovechada para operaciones de minería y rentabilizar los periodos de insuficiencia. Actualmente, más del 50% de la minería de Bitcoin se realiza con energía renovable. Marathon Digital, uno de los líderes de minería digital, sostiene sus operaciones con el 58% de fuentes de energía limpia. ¿Cuántas compañías pueden asegurar lo mismo?
Aunque los retos regulatorios y los cuestionamientos sobre el uso de la energía en la minería de Bitcoin siguen sobre la mesa, podemos asegurar que esta se encuentra servida para el debate: con la aprobación de los ETFs de Bitcoin, una inyección de capital institucional comenzará a llegar al activo digital más importante del mundo. ¿Bitcoin se convertirá en una reserva de valor, es decir, en oro digital? Todo indica que, por lo menos, podemos estar seguros de que tanto la banca tradicional y los inversores institucionales han visto una parte de lo que inicialmente vieron sus pioneros: Bitcoin representa la trasformación de la energía en un bien finito, cuantificable, transferible sin necesidad de terceros, transparente y capaz de fincar una transformación económica basada en bienes y no en la emisión de deuda.