El hidrógeno es una fuente energética limpia y versátil con un potencial enorme para contribuir a la transición energética hacia un futuro con cero emisiones. Sin embargo, existen retos técnicos y de infraestructura, como son los costos subyacentes de producción y almacenamiento.
Los métodos de producción de hidrógeno son diversos pues no es un elemento que exista por sí solo y necesita ser separado de otros elementos. Algunas técnicas son más limpias que otras, pues dicha producción requiere a su vez de energía, la cual no siempre es renovable. Al ser el elemento más universalmente abundante y comúnmente asociado al agua, es común que se le asocie a la generación de energía limpia.
Por ejemplo, en la película de ficción de los años 90s, “Reacción en Cadena” (Chain Reaction, 1996), se plantea el descubrimiento de una técnica para obtener energía limpia e ilimitada a partir de un proceso con una frecuencia de sonido que estabiliza el proceso. En la película se afirma que un sólo vaso de agua podría dar energía a la ciudad de Chicago durante días. La película no es científicamente consistente y no tiene una muy buena calificación en Rotten Tomatoes, pero ciertamente la idea de una fuente de energía limpia e ilimitada ha permanecido en el colectivo imaginario desde ese entonces.
El hidrógeno se representa en varios colores, de acuerdo al proceso del que se obtiene. Por ejemplo, el hidrógeno verde se genera mediante la utilización de fuentes de energía sostenibles como la solar o la eólica. Por otro lado, el hidrógeno azul se deriva de un proceso que involucra gas natural y metano, de donde resultan tanto hidrógeno como emisiones de dióxido de carbono, las cuales se almacenan bajo tierra. En contraposición al hidrógeno azul, en el proceso para obtener el hidrógeno gris, las emisiones dióxido de carbono se liberan. Así mismo, por ejemplo, el hidrógeno rosa se obtiene de un proceso de electrólisis usando energía nuclear, y el hidrógeno amarillo utiliza el mismo método pero impulsado por la energía de la red eléctrica.
El hidrógeno tiene aplicaciones en diversos sectores, desde el transporte, procesos industriales y hasta el almacenamiento de energía. El hidrógeno es fundamental para la fabricación de fertilizantes y compuestos orgánicos como el metanol y para procesos metalúrgicos y de refinación de petróleo. El problema es que, tanto la producción y el almacenamiento de hidrógeno siguen siendo comparativamente costosos en relación con otras fuentes de energía.
Este pasado Viernes 13, el Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anunció la creación de siete hubs de hidrógeno a lo largo del país, impulsados con un paquete de siete mil millones de dólares. Los proyectos acreedores a los estímulos (entre ellos compañías como Exxon-Mobile y Amazon), están dirigidos principalmente a energizar la industria pesada y el transporte público. Por ejemplo, el hub de California producirá hidrógeno verde de energía rneovable y biomasa, y su objetivo es descarbonizar el transporte público de la zona, transporte pesado y operaciones portuarias.
La inversión en sí es buena noticia para la descarbonización y la transición hacia las energías limpias. La atenuante es que estos proyectos se centren en el hidrógeno verde y no en el azul, que depende de energías fósiles principalmente. Sin embargo, hay una gran diferencia de costos: el hidrógeno azul cuesta hasta USD $1.50 por kilogramo y el verde hasta USD $5.00. En este contexto, el Departamento de Energía de Estados Unidos ha emprendido una iniciativa, en la que se enmarca a su vez la creación de los hubs de hidrógeno, llamada “Hydrogen Shot” que tiene el objetivo de disminuir el costo del hidrógeno limpio hasta USD $1 por kilogramo en una década.