El consumo de energía en los hogares mexicanos tiene características propias de acuerdo a la ubicación geográfica y el acceso a la tecnología y equipos domésticos de cada sector de la población. Una radiografía de los patrones de consumo de cada sector, nos da pistas sobre cómo diseñar políticas públicas para eficientar el acceso y el uso de la energía.
¿Cuáles son nuestros hábitos y patrones de consumo eléctrico? ¿En qué aspectos de la vida cotidiana consumimos mayor energía eléctrica? ¿En qué aspectos podemos ahorrar energía o cómo podríamos optimizarlo? ¿Qué hay detrás de los datos y qué nos revelan?
¿Cuáles son nuestros hábitos y patrones de consumo eléctrico? ¿En qué aspectos de la vida cotidiana consumimos mayor energía eléctrica? ¿En qué aspectos podemos ahorrar energía o cómo podríamos optimizarlo? ¿Qué hay detrás de los datos y qué nos revelan?
De acuerdo a un reporte de CONAHCYT (Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías) sobre los “Patrones de consumo energético en el sector residencial de México”, la demanda de energía térmica y de energía eléctrica es desigual, destacando que la mayor parte de los hogares mexicanos precisan de mayor energía para cocción y calentamiento de agua, que de electricidad.
El reporte distingue entre dos sectores: urbano y rural; a su vez en la parte alta de la gráfica se contempla la media nacional. En este sentido, las fuentes energéticas principales son el Gas LP, leña y electricidad. El gas natural, el carbón y la energía solar térmica y fotovoltaica tienen una participación residual. La leña es la principal fuente energética del sector rural y representa la tercera parte a nivel nacional, incluso arriba de la electricidad, pero por debajo del uso del gas LP.
Así mismo, las fuentes energéticas hay que distinguirlas en dos tipos: la energía eléctrica y la energía térmica. Cada tipo de energía se utiliza con fines muy específicos. El 50% de la energía eléctrica se utiliza para enfriamiento (aire acondicionado como aire lavado o mini-split) y refrigeración. En la energía térmica, por otro lado, las dos terceras partes se dedican a la cocción de alimentos y una quinta parte al calentamiento de agua. En el apartado del consumo eléctrico, se destaca el lugar que ocupa la iluminación, pues esta se ha eficientado a lo largo de los años, con uso de focos ahorradores.
Es de llamar la atención que en la cocción de alimentos, principalmente se utilice el Gas LP y en segundo lugar la leña: para que podamos dimensionar en su justa proporción, el 20% que ocupa el uso de la leña para la cocción de alimentos, significa que cerca de 28 millones de mexicanos cocinan con dicho combustible. De esa cantidad, sólo el 1% de los usuarios utiliza estufas ahorradoras de leña, lo que implica efectos negativos en el ambiente y en la salud de sus usuarios.
El reporte enfatiza que las políticas públicas dirigidas a la eficiencia energética han estado centradas en la electricidad, y que es necesario dar prioridad a la reducción de la demanda de energía térmica, que constituye un abrumador 70% del consumo energético en el sector residencial a nivel nacional. Para abordar esto, se debe promover el uso de dispositivos más eficientes y armoniosos con el medio ambiente, como estufas ahorradoras de leña y calentadores solares, con el fin de disminuir la demanda de estos combustibles y garantizar un acceso seguro a los servicios energéticos.
Así mismo, un programa enfocado en calentadores solares podría conducir a ahorros sustanciales en el calentamiento de agua y, al mismo tiempo, fortalecer la autonomía energética del país, pues disminuiría la dependencia del gas LP. El hecho de que la leña sigue siendo de gran importancia en muchas regiones, nos pone los pies en la tierra sobre las necesidades de gran parte de los mexicanos, y es imperativo fomentar su uso de manera sostenible y segura, así como brindar alternativas para su uso.
Es necesario reconocer que el acceso a tecnologías y equipos domésticos no es uniforme y que las necesidades energéticas varían según la ubicación geográfica y las condiciones específicas de cada región. Por tanto, los proyectos energéticos deben ser diseñados teniendo en cuenta las particularidades de cada región y sector de la población.